EL ARTE SALE A LA CALLE. LOS PASOS PROCESIONALES DE LOS ALBAREDA.

Cuatro generaciones dedicadas al arte sacro y más de 160 años de legado familiar.


El arte no es algo ajeno a la sociedad, ni a los tiempos que vivimos, ni a las manifestaciones religiosas del ser humano, porque el arte es consustancial al hombre.

Hay que reconocer que en estos días de Semana Santa, las diferentes estaciones de penitencia con sus respectivos pasos hacen una manifestación pública de la devoción católica, pero también una manifestación de la tradición artística cuajada en magníficas piezas de imaginería religiosa.

En distintos lugares de España, por citar Murcia, Salzillo eleva la espiritualidad y la devoción con sus pasos. En Aragón en ocasiones el estruendo del tambor que sobrecoge, dirige nuestra mirada sobre las baquetas, mazas y cajas de tambores y bombos, pero no dejan de ser sino el sentimiento que acompaña a las imágenes de la Pasión. 

La imagen más antigua que procesiona en la Semana Santa de Zaragoza es la del Ecce Homo, que da nombre a la Cofradía del Santísimo Ecce Homo y Nuestra Señora de las Angustias, de ordinario situada en la  iglesia de San Felipe, de autor anónimo y fechada en torno a finales del S. XV. El gran valor artístico de esta pieza, hizo necesario un estudio técnico en 1967 para poder procesionar por las calles, que fue emitido por los hermanos Albareda, los mismos que crearon la peana procesional de la imagen. 

Precisamente hoy quiero detenerme en estos artistas muy ligados a nuestra tierra y también muy ligados a  pasos devocionales de la Semana Santa zaragozana, los Albareda, artífices de numerosas imágenes y pasos que podemos ver estos días por las calles de Zaragoza. 

La relación de la familia, o la saga de los Albareda con la tradición de la imaginería de la Semana Santa de Zaragoza, comienza en 1858 con Manuel Albareda Cantavilla, discípulo del escultor Antonio Palao y Marco, promotor de gran número de pasos de las procesiones zaragozanas. El hijo de Manuel, el también escultor Jorge Albareda Cubeles, es el que instala su taller a finales del S. XIX en Zaragoza.

La tercera generación de los Albareda, la conforman los hermanos José y Joaquín, comenzaron su formación en la Escuela de Artes de Zaragoza. De la cual ambos serán profesores y Joaquín dirigirá más tarde la escuela de Artes (1947-63), el Museo Provincial y será secretario de la Academia de Bellas Artes de San Luis. 

El taller de estos artistas, de estilo neogótico, fue proyectado por Teodoro Ríos(1939) sito en la actual Calle Allué Salvador, donde hoy todavía se puede ver en su fachada, sobre la puerta, una escritura que alude al oficio de estos artistas. 

Su buen hacer les hizo merecedores de ganar en 1937 el premio nacional por la construcción del paso de la Entrada de Jesús en Jerusalén, que procesiona por primera vez en marzo de 1940. Este paso venía a sustituir a otro anterior realizado por Antonio Palao, destruido en un incendio en 1935. Es un conjunto escultórico complejo con gran número de figuras, en el que la perspectiva es múltiple, para poder ser contemplado desde numerosos puntos de vista. El paso de la entrada de Jesús en Jerusalén, es el primer paso que se contempla al inicio de la Semana Santa, el Domingo de Ramos.

Finalmente la cuarta generación de artistas escultores de la familia Albareda, Jorge Albareda Agueras (1926-2021), hijo de Joaquín Albareda Piazuelo, formado en el oficio familiar en Zaragoza en la Escuela de Artes y cumplimentando su formación en Barcelona, es el autor de pasos como el Cristo Resucitado de la Cofradía que lleva el mismo nombre. Esta talla sale en procesión el Domingo de Pascua, tiene un tratamiento formal muy diferente al tradicional. La imagen se erige como Cristo en el mismo momento de la Resurrección, con los brazo abiertos y la mirada al cielo, figura de cerca de tres metros de altura, estilizada, casi manierista, con un tratamiento muy austero en el uso de la policromía e incidiendo en mostrar la talla a gubia de la madera. De nuevo el lenguaje de la iconografía transmite optimismo y serenidad, momento crucial en la fe de los cristianos. Finalmente en los años 80 del S.XX se encarga a Jorge Albareda la Virgen de la Esperanza y el Consuelo, y de nuevo con su estilo de imaginería renovada, la Virgen no ostenta ricos ropajes, sino más bien una vestimenta sencilla, propia de una mujer sencilla de la época. Su rostro sereno muestra consuelo.

Cuando nos acerquemos a ver una de las procesiones que recorren las calles zaragozanas estos días, deberíamos parar a contemplar la belleza de sus tallas y poner nombre a algunos de los artífices de las mismas.

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